La agroecología es una postura política


Conversación con César del Valle del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra


1.


El Estado no ha entendido aún la gran importancia que tiene la zona alta de la subcuenca de Texcoco. Por las faldas de las montañas baja una capa de suelo, arrastrada por los ríos. Esta capa es materia orgánica. La gente de esta región cuenta que, a través de los ríos —que llamaban el desfogadero o el desparramadero—, se empezaba a recomponer el suelo y poco a poco fue posible la agricultura. Entonces, lo que estamos intentando desarrollar en esta parcela es un modelo que agarra o retoma varias tecnologías que ya existen en la agricultura mexicana, tanto actuales como antiguas. El sistema tradicional es la milpa: el maíz, el frijol y la calabaza. Esto normalmente dura seis meses en producir cosechas. Para poder alimentarse de elote se necesitan cinco meses. Después de esto viene la cosecha del maíz, pero el maíz tiene que ser transformado y no puede usarse nada más así: se transforma en pozole, en masa para las tortillas, en masa para los tamales, etc.. Necesita procesos más largos. Lo que estamos buscando integrar para hacerle frente a esto es trabajar con tiempos más cortos. Así, la gente puede tener alimentos para sí, para sus familias y para comercializar el excedente. Esto no es algo nuevo, pero esta es la primera parcela de la región que va a integrar este modelo.

Esta media hectárea va a producir maíz. Hablando de manera técnica y a partir de estudios que hemos realizado, del total de la hectárea sólo se alcanzan a aprovechar aproximadamente dos tercios, y el otro tercio se pierde, porque no le llega el agua. Esto sucede porque el suelo aquí y allá es totalmente distinto. Además, en dos terceras partes apenas producimos lo que daría la mitad de hectárea —que produce 100kg—. Es decir, estas dos terceras partes nos están produciendo 50 kg y la tercera parte restante se pierde. Esto sucede cuando no estamos enfocando la energía necesaria para poder atender aquello que nos daría la producción equivalente a la superficie de toda la hectárea. Es como cuando las familias tienen muchos hijitos y a veces no hay manera de atenderlos a todos por igual, pero cuando es un número más reducido, quizás hay un poco más de atención en el proceso. Pasa lo mismo con una milpa.

De este modo integramos al frijol, que es otra planta que produce granos que se pueden almacenar. A diferencia del maíz, el frijol tiene un corte más pequeño y unos plazos más cortos: son cuatro meses. Integramos también forrajes: alfalfa y avena para alimentar a los animales. Tenemos animales en casa, se los damos, y ellos nos regresan este alimento convertido en abono. Ya no tenemos que hacer otra cosa más que juntar el abono de las gallinas y cabras que tenemos en las casas. Esto produce la cantidad necesaria de abono: una vaca normal, una vaca lechera, produce abono suficiente para una hectárea. El estiércol se acumula a lo largo de un año y al siguiente año se incorpora e integra perfectamente al suelo.

Estos sistemas forrajeros son indispensables para no depender de los fertilizantes y son importantes, además, porque estamos intentando conservar un modelo donde la gente pueda tener acceso a alimentos ricos en proteínas.

Aquí se observan varias pruebas que estamos haciendo. Este, por ejemplo, es un maíz que ya está punteando. Tiene aproximadamente una semana de haberse sembrado. Aquí comenzaría la zona hortícola. De esta zona hasta donde se ve verde está el espacio en donde vamos a producir hortalizas a corto plazo, plantas de crecimiento rápido. Esto quiere decir que en dos meses ya habrá producción de cilantro, lechugas o rábanos.

Yo obviamente no me voy a comer todo. Lo que me sobra lo puedo comercializar, compartir o compostar, así no hay pérdida y en el proceso mejoro mi suelo.

Poca gente aplica este modelo. Antes existió, pero se abandonó porque nos dijeron que los monocultivos eran mejores. Esta agricultura convencional no valora las hierbas, por ejemplo, porque considera que les roban nutrientes a los cultivos, que les roban humedad y compiten en crecimiento con estos. Así, se exterminan. Pensadas desde la agroecología, las plantas arvenses ayudan a repeler enfermedades, a controlar plagas y a nutrir el suelo. Algunas aportan nitrógeno, fósforo o potasio. También se pueden arrancar e incorporar al suelo para evitar la evaporación del agua y la erosión por el sol, ya que los suelos son muy susceptibles a erosionarse tanto solar como eólicamente.

Justo hicimos una prueba el lunes de la semana pasada. Enterramos una pala aquí donde hay hierbas —de esas de las que se dice ‘esto está enyerbado’—. Luego, la enterramos aquí donde no hay nada de hierba: a esta parte le pasaron el tractor y la rastra muchas veces para asegurarse de que no hubiera hierba. En cada palada, la humedad era muy distinta. Técnicamente, todos estamos de acuerdo en que hay que ahorrar agua, pero bajo estos procesos que predominan no es posible, porque al fondo está una lógica que busca producir dinero antes que alimentos.

Nosotros no queremos producir alimentos así sin más, porque no tenemos el agua necesaria para poder dar grandes cantidades. Si usamos el agua sólo para los cultivos estaríamos acabando con el agua potable. Por esto queremos ahorrarla y estamos armando una olla de captación de aguas pluviales que nos permita tener un sistema de riego por aspersión.

Estamos intentando buscar formas como estas de mejorar los suelos porque, con el mejoramiento de los suelos, le damos mayor cantidad de nutrientes a los productos además de tener la posibilidad de ahorrar agua. Si hay más cantidad de materia orgánica, habrá más humedad. Luego, cuando hay más humedad, aumenta la población microbiana y entre más microbios haya es mayor la posibilidad de transformación de los elementos químicos dentro de los procesos naturales. Esto incrementa a su vez el valor nutricional de, por ejemplo, las hortalizas. Esto además ya lo hacían nuestros padres y nuestros abuelos.

Estamos pensando en una base alimenticia que nos permita tener un modelo nutricional que no sólo nos llene sino que nos nutra. Esta es papa cambray que ya casi va a empezar a dar. Esas son alcachofas. Esto es kale. Esto es frijol que ya empezó a romper. Ahora, yo les pido a ustedes: arranquen una lechuga.


2.


Una cosa importantísima sobre lo que estamos haciendo ahora es que los campesinos ya no solo somos productores de alimentos sino defensores de los Derechos Humanos. Cuidamos una diversidad importante y con esta producimos conciencia, cultura y un beneficio común. Le apostamos a la agroecología como resistencia a la agroindustria y esto no es algo fácil. No es simplemente una situación en la que vamos a producir más y mejor porque nunca le vamos a poder ganar al capital bajo este esquema. No somos empresarios. Lo que defendemos es la posibilidad de producir las condiciones necesarias para seguir manteniendo nuestras formas de vida. Pensamos en que la soberanía alimentaria no solamente implica el derecho a producir, sino a decidir lo que produces y cómo. Y eso, ante el modelo de la agroindustria, es una postura política.

Creo que hay una lógica para asociar cultivos que dice, por ejemplo, que se pueden plantar lechugas con cebollas. A mí me gusta cultivar de todo. Para tener un solo cultivo, además, sería necesario tener las mismas condiciones en todo el suelo, pero acá no sucede eso. Lo que hacemos entonces es intercalar las plantas para que haya un intercambio biológico entre ellas. En este tipo de plantas, por ejemplo, hay un tipo de insecto; en las lechugas, hay otros. Intentamos cosas que ya están comprobadas y otras que no, para ver cómo funcionan.

Hay compañeros que admiro y a quienes siempre voy a respetar. Ellos sí son campesinos, mientras yo todavía soy aprendiz de campesino. Andamos defendiendo el territorio con estas ideas, pero quienes trabajan todos los días y no descansan, quienes se van hasta las quién sabe qué horas de la noche, son otros que no tienen tiempo tal vez de estar pensando en una lógica como esta, porque su necesidad es muy fuerte. Así, pensamos en que es necesario buscar la manera de que esas personas tengan una mejor calidad de vida sin que abandonen su trabajo, y algo que es clave es la salud. Un campesino, o una familia campesina, siempre echa mano de su inversión o de su ganancia, y cuando no hay inversión ni ganancia, pide prestado. Para esto necesitaríamos un seguro campesino, para que la gente, hasta por un dolor de muela o una gripa, pueda tener atención médica. Hoy en día, si uno va al médico debe gastar entre ciento cincuenta y doscientos cincuenta pesos por consulta. Imagínense un espacio aquí, con ginecología, odontología y servicio médico general.

El Estado podría hacer ese tipo de cosas y no lo hace, entonces nos toca a nosotros meterle la mano. Queremos que nuestros hijos, el día de mañana, tengan una calidad de vida quizás como la que nosotros ahora tenemos.

Ya peleamos contra el monstruo del aeropuerto y entendimos que este no se ha ido. Las generaciones, el cambio de generación de la lucha, tiene que estar aquí, trabajando, echando raíces en esta tierra, pero con una mejor calidad de vida y mejores condiciones de trabajo. Le decía a mi papá el otro día, cuando estábamos aquí en la parcela trabajando, que se siente feo ver todo gris y sin árboles, y con este calor y este sol casi no dan ganas de venir al campo.

¿Cómo podemos entonces integrar a los campesinos? Cuando uno va a un lugar, uno siempre busca la sombrita. La naturaleza lo es todo, pero eso hay que crearlo y eso es trabajo. Aquí queremos transformar la vista del campo. Imaginemos que la parcela de mi papá fuera esta, la misma tierra y el mismo suelo. Cada parcela mide medio kilómetro por veinte de ancho, y de allá hasta acá hay que sembrar todo a pala y a pleno sol.

Transformar el campo no es producir más y mejor, sino tener una mejor calidad de vida. Esa es la lógica que seguimos y la que tendríamos que buscar junto con quienes consumen estos productos. Quisiéramos hacerles entender que están comiendo algo producido desde prácticas agroecológicas, aunque para nosotros la agroecología es una base que tiene una dimensión muy amplia y no se limita a unas técnicas para producir. Es cultura, es dimensión social, económica y política. Implica integrar los muchos elementos de un ecosistema y la defensa de nuestro territorio. Eso es lo que buscamos en lugar de esperar que el gobierno nos de algunas semillas.

Por ejemplo, este pozo dejó de funcionar por más de diez años y sabemos que el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México estaba ahí metido. Se estaban llevando el agua y los campesinos no tuvimos agua hasta que le metimos la mano y el año pasado empezó a funcionar a medias. La gente de la tabla de Santa Rosa no trabajó sus parcelas en diez años —estas suman al menos cincuenta y tres hectáreas—. Esta es una enorme pérdida económica. Este año se murieron más del noventa por ciento de las parcelas. Esto quiere decir que, si le inviertes un promedio de quince mil pesos a una parcela, en cuarenta parcelas hay al menos seiscientos mil pesos invertidos. A esto también se suma el esfuerzo de la gente, el trabajo de la gente y sus familias. Estas son las cosas que nos mueven y no podemos dejar.

A algunos compañeros nos los han matado, y no podemos quedarles mal. Don Obdulio era uno de los señores más aventados. También está don Jorge. Estamos luchando y pensando en qué sentido tiene la lucha si ellos ya no están. Este es un proyecto que permitiría la construcción de un proceso comunitario que va desde la parte meramente productiva, económica y política, hasta la parte del gran ecosistema. Ese es el reto que tenemos y por eso luchamos: por los hijos, la familia y el futuro.



La parcela es la unidad productiva que permite la vida. El Estado y el Capital han definido al campesinado como el retroceso, obligando a lxs campesinxs a ser trabajadorxs asalariadxs en las urbes y trasladarse desde las “periferias”. César del Valle nos platica: “el campesinado no sólo produce comida, también conciencia y cultura”. El mantenimiento de las formas gastronómicas de los pueblos implica el cuidado a los sistemas de vida al cultivar la persistencia de las relaciones simbióticas.

Para la agricultura con fines productivos, las hierbas estorban al “producto”. Les quitan nutrientes y detienen su crecimiento. En los sistemas agroecológicos se aprende que las hierbas conviven como protección a los insectos, prevención de la erosión por el sol o para alimentar a tus animales en casa. La productividad se entiende como el mantenimiento de las relaciones simbióticas para el alimento como subsistencia cotidiana, no como productora de dinero.

Sin la montaña no existe el lago. Lxs pobladorxs de Atenco entienden perfectamente que el papel de las zonas altas es permitir el flujo de los mantos acuíferos, la protección de vientos fuertes así como de las montañas, para que estos bajen nutrientes para las parcelas.

El progreso es un monstruo que desaparece parcelas por unidades habitacionales. Deseca un lago para dar lugar a un aeropuerto. Niega las tareas de cuidado y trabajo que permiten la vida y las convierte en estigmas de retroceso. El campesinado insiste desde el trabajo cotidiano en defender la vida actual y venidera.




Esta es de jóvenes una familia que come del campo que siembra

en el territorio que el loop de los renders negaba.

Son semillennials de los panoramas de cuenca

donde la ciudad hidroeriza

allá al fondo

es un accidente aún

palaciego.

Esta es de intérpretes una familia de las temporadas

y sus intersticios sobre la parcela de plantas y hierbas,

cuando la centrípeta lanzamigrantes

tras la remesa es loada

por la de análisis mesa 

cual heroica tirolesa.

Aquí de ejidales una familia

que se reconoce diciendo alecuije

mientras prepara chimbote.

Cuando los montes en las etiquetas de las laterías del Soriana

son las geoformas a salvo.

Esta es de jóvenes una familia que amarra alimentos

como juguetes del fuego (alambre de cimbra reusable

para amarrar la techumbre).

¿Si en lontananza despuntan autistas las torres

de otra capital del mundo 

que ahítas en derecho de no transbordar en su hub

deploran las bárbaras comarcas?

Esta es de jóvenes una cuadrilla rural

mirándose a cargo de otro progreso:

el saber lo pauta la tierra.

En tanto la zona industrial es la estrella polar

para dejarse de indiadas.

Esta es de jóvenes una manera de

asimilar/ transitar / vivir                          el espacio

(los palacios les parecen ratoneras).